jueves, 6 de agosto de 2009

Vida de Aristóteles por Diógenes Laercio

Diógenes Laercio. Vidas de los filósofos más ilustres. Libro Quinto.
Aristóteles.
Aristóteles, hijo de Nicómaco y de Efestíada, fue natural de Estagira. Nicómaco descendía de Nicómaco, hijo de Macaón, que lo era de Esculapio, como dice Hermipo en el libro que escribrió acerca de Aristóteles. Vivió con Amintas, rey de Macedonia, por causa de la medicina y por amistad. Fue el discípulo más legítimo de Platón, y de voz balbuciente, como dice Timoteo ateniense en el libro de las Vidas. También dicen que tenía las piernas delgadas y los ojos pequeños, que usaba vestidos preciosos y anillos, y que se cortaba la barba y el pelo. Tuvo de su concubina Herpílide un hijo, llamado Nicómaco, según escribe Timoteo. Apartóse de Platón viviendo todavía este, por lo cual cuentan que dijo: “Aristóteles nos tira coces, como hacen los potricos con sus madres”.
Dice Hermipo en las Vidas que habiendo ido por los atenienses embajador a Filipo, fue Jenócrates hecho jefe de la escuela en la Academia; y que habiendo vuelto y visto la escuela en poder de otro, tomó en el Liceo un sitio para pasear y paseando allí, hasta la hora de ungirse los atletas, filosofaba con sus discípulos, y de este paseo fue llamado Peripatético. Otros dicen que lo fue porque hacía algunos discursos a Alejandro, en tiempo que paseaba convaleciendo de una enfermedad. Después que ya eran muchos sus discípulos, filosofaba sentado y solía decir: Es cosa indecorosa,/ si Jenócrates habla, que yo calle. Ejercitaba unidamente a todos sus discípulos en cada proposición, y al mismo tiempo los instruía en la Retórica.
Pasó después a estar con el eunuco Hermias, que era tirano de los atarnenses y, según algunos, su amante. Bien que otros afirman que tenía afinidad con él, habiéndole dado en mujer a su hija, o sobrina, como dice Demetrio de Magnesia en el libro De los poetas y escritores colombroños, el cual añade que Hermias había sido esclavo de Eubulo, natural de Bitinia, y que había muerto a su amo. Aristipo, en el libro I De las delicias antiguas, dice que Aristóteles amó a una concubina de Hermias, y habiéndola conseguido la tomó por mujer, y por el gran gozo que tuvo le ofreció sacrificios, como los atenienses a Ceres Eleusina, y a Hermias le compuso el himno que escribiremos abajo. De allí pasó a Macedonia a estar con Filipo, y recibió de él por discípulo a su hijo Alejandro. Pidió a éste que restaurase su patria, destruida por el mismo Filipo, y conseguido esto, le dio leyes. También puso leyes en la escuela, a imitación de Jenócrates, sobre que se crease nuevo director cada diez días.
Luego que le pareció estaba suficientemente instruido Alejandro, regresó a Atenas, componiendo antes con él a su pariente Calístenes Olintio, al cual, como hablase al rey con demasiada libertad y no le obedeciese, lo reprendió, diciendo: Morirás presto, mozo que así hablas. Y así sucedió, pues habiendo sido partícipe de las asechanzas de Hermolao contra Alejandro, fue puesto y llevado públicamente en una jaula de hierro, en donde se llenó de corrupción y hediondez, y finalmente fue arrojado a un león, con que acabó su vida.
Aristóteles, pues, llegado a Atenas y regentando la escuela por espacio de trece años, se fue ocultamente a Cálcide, porque el sacerdote Eurimedonte, presidente de los sacrificios (o bien Demófilo, según escribe Favorino en su Historia varia) lo había acusado de impiedad, a causa del himno compuesto por él al mismo Hermias, y haber puesto al pie de su estatua en Delfos el epigrama siguiente:

Quitó a este la vida el rey inicuo
De los flecheros persas,
Traspasando las leyes y los pactos
De los varones cándidos y fieles:
Pero no le dio muerte cuerpo a cuerpo
Contra la cruenta lanza en la pelea,
Sino con la falacia
Y no guardada fe de hombre engañoso

Murió ahí mismo habiendo bebido el acónito, como dice Eumelo en el libro V de sus Historias,a los setenta años de edad; y añade que tenía treinta cuando entró en la escuela de Platón. Engáñase en esto, pues vivió sesenta y tres, y entró con Platón a los diecisiete. El himno es como se sigue:

¡Oh Virtud, laboriosa a los mortales!
¡Noble y excelso halago de la vida!
Por tu belleza, oh Virgen
Es en Gracia la muerte ya envidiada,
Y continuos trabajos se toleran.
Tú grabas en la mente de los humanos
El no caduco fruto, preferible
Al oro, a nuestros padres
Y al blandísimo sueño.
Por ti el hijo de Zeus, Alcides,
Y los hijos de Leda,
Mil trabajos sufrieron,
Tu fuerza publicando con facciones.
Por el mismo deseo de alcanzarte,
Bellísima Virtud, Aquileo y Ayax
A la mansión tártara descendieron.
Igualmente, el amor de tu hermosura
Robó del sol los claros resplandores
De Atarna al ciudadano;
Que siendo ya clarísimo en sus hechos,
Haránlo más las musas inmortales
Hijas de la memoria,
Prendas del firme amor que dan aumento
De Zeus hospedador al sacro culto.

Fue el primero que escribió defensa de sí mismo, Y fue en esta misma acusación, como dice Favorino en su Historia varia, y también que dijo que en Atenas las peras sobre peras, y los higos maduran sobre higos. Dice Apolodoro en las Crónicas que Aristóteles nació el año primero de la Olimpíada XCIX; se puso bajo la enseñanza de Platón, y permaneció en ella veinte años, habiendo entrado el diecisiete de su edad. Que pasó a Mitilene siendo arconte Eubulo, el año cuarto de la Olimpíada CVIII. Pero muerto Platón el primer año, siendo arconte Teófilo, se fue a Hermias, con quien demoró tres años. Que siendo arconte Pitodoro, pasó a estar con Filipo, el año segundo de la Olimpíada CIX, teniendo ya Alejandro quince años de edad. Que regresó a Atenas el año segundo de la Olimpíada CXI, y enseñó en el Liceo hasta trece años. Y, finalmente, que partió a Cálcide el año tercero de la Olimpíada CXIV, donde murió de enfermedad a los sesenta y tres años, en cuyo tiempo murió también Demóstenes en Calabria, siendo arconte Filocles. Dicen que por haber recomendado a Calístenes ante Alejandro, cayó en desgracia del rey, y que este, para más afligirlo, favoreció a Anaxímenes, y envió regalos a Jenócrates. Ambrión, en la Vida de Teócrito, dice que este lo motejó en el epigrama siguiente: A Hermias, eunuco, y a Eubulón, esclavo, ha erigido un vacío monumento, más vacío, Aristóteles, de mente. Y Timón añade: Ni del estagirita la nimiedad y levedad molesta... Hasta aquí su vida; mas yo he hallado también su testamento, que es como se sigue:
Halla salud; pero por si algo sucediese, dispone Aristóteles en esta forma: Será ejecutor de todo y siempre Antípatro, y hasta que Nicanor se halle en estado de administrar mis bienes, serán curadores Aristómenes, Timarco, Hiparco, Dióteles y Teofrasto (si le pareciese bien y conveniente el serlo) de mis hijos, de Herpílida y de todo lo restante. Cuando la muchacha sea casadera, se dará a Nicanor en matrimonio; y si muriese (lo que no suceda) antes de casarse, o bien después de casada, sin tener hijos, Nicanor será dueño de administrar, no solo por lo que mira a mi hijo, sino también las demás cosas, ejecutándolo con la dignidad correspondiente a él y a mí. Cuidará también Nicanor de la muchacha y del niño Nicómaco, de modo que nada les falte, siéndoles como padre y hermano. Si a Nicanor aconteciese el morir (lo que no suceda) antes de recibir en mujer a la muchacha, o bien después de recibida antes de tener hijos, según él dispusiere, así se cumpla. Si Teofrasto quisiere estar con la muchacha, hágase todo como en Nicanor; pero si no, los curadores se aconsejarán con Antípatro, y dispondrán de la muchacha y muchacho según mejor les pareciere. Cuidarán, pues, mis curadores y Nicanor de tenerme en memoria a mí y a Herpílida, puesto que fue muy diligente para conmigo y demás cosas mías. Si quisiere casarse nuevamente, no sea con hombre desigual a mí; y se le dará de mis bienes, sobre lo ya dado, un talento de plata, tres criadas si las quisiere, la esclava que tiene y el niño Pirreo. También si quisiere vivir en Cálcide, sea suya la hospedería que está junto al huerto; pero si en Estagira, la casa paterna. Cualquiera de estas dos habitaciones que elija, cuidarán mis ejecutores de alhajársela del modo que les parezca decente y baste a Herpílida. Cuidará también Nicanor de que el muchacho Mirmeco sea devuelto a los suyos con la decencia a mí correspondiente, junto con el equipaje de él que recibí. Ambracis quede libre, y cuando se case se le den quinientas dracmas y la esclavita que tiene. También quiero se den a Tale, además de la esclavita que tiene comprada, mil dracmas. Igualmente a Simo, además del primer dinero dado para comprar un muchacho, se le compre otro, o se le dé el dinero. Tacon será libre cuando case mi muchacha, como también Filón, y Olímpico con su hijito. Ningún niño de mis esclavos será vendido, sino que de ellos deberán servirse mis herederos, y en siendo adultos se les dará libertad según convenga. Cuidarán también de las imágenes mandadas esculpir a Grilón, y cuando estén concluidas se colocarán; como igualmente la de Nicanor, la de Proxeno que pensaba regalarle, y la de la madre de Nicanor. La de Arimnesto, que ya está hecha, se colocará para que le sirva de monumento, puesto que ha muerto sin hijos. La Ceres de mi madre será colocada en el Nemeo, o bien donde les pareciese. Cuando se construya mi sepulcro, se depositarán en él los huesos de Pitíade, como ella ordenó. Pondránse también en Estagira los animales de piedra, altos cuatro codos, que ofrecí por voto a Zeus conservador y a Atenea conservadora·. Este es el tenor general de su testamento.
Dicen que en su herencia se halló mucho cobre (ollas o recipientes de farmacia. Ateneo y Eliano dicen que había sido boticario). Y Licón asegura que se lavaba en un baño con aceite tibio y luego vendía aquel aceite. Algunos afirman que se ponía sobre el estómago un pellejito de aceite caliente. Y que cuando se echaba a dormir tomaba en la mano una bola de bronce, poniendo debajo un cuenco, para que cuando le cayese la bola en el cuenco se despertase al ruido. Atribúyensele los siguientes bellísimos apotegmas: preguntado qué ganancia es la de los mentirosos dijo que “cuando dicen verdad no son creídos”. Como le notasen de haber dado limosna a un hombre malo dijo: “No socorrí las costumbres, sino el hombre”. Solía decir a los amigos y concurrentes en cualquier lugar que estuviese que “la vista recibe la luz del aire que nos circunscribe, y el alma la recibe de las ciencias”. Muchas veces, cuando se enardecía contra los atenienses, decía que “habían sido los inventores de los granos y de las leyes, pero que usaban de los granos, pero no las leyes”. Decía que “las ciencias tienen las raíces amargas, pero dulces los frutos”. Preguntado qué cosa envejece presto, respondió: “El beneficio” (la ganancia). Preguntado también qué cosa es la esperanza, dijo: “es un sueño de un hombre despierto”.
Dábale Diógenes en cierta ocasión un higo seco, y suponiendo que si no lo tomaba le diría algo punzante, lo tomó diciendo: “Diógenes ha perdido su higo con su meditada sentencia”. Habiéndole dado otro hijo, lo recibió y levantándolo en alto, como hacen los muchachos, dijo: “Grande Diógenes” y se lo volvió. Decía que “los muchachos necesitan de tres cosas: talento, enseñanza, y ejercicio”. Habiendo oído decir que uno había hablado mal de él, respondió: “Estando yo ausente, mas que me azote”. También que “para la recomendación es la hermosura más poderosa que las cartas”. Otros quieren que esta sentencia sea de Diógenes, y que Aristóteles llamó don a la hermosura. Que Sócrates la llamó tirano de breve tiempo; Platón, prerrogativa de la Naturaleza; Teofrasto, tácito engaño; Teócrito, daño de marfil; y Carnéades reino sin guardas.
Preguntado en qué se diferencian los sabios de los ignorantes, respondió: “En lo que los vivos de los muertos”. Decía que “el saber, en las prosperidades sirve de adorno y en las adversidades de refugio. Que los padres que instruyen a sus hijos son preferibles a los que solamente los engendran, pues estos les dan la vida, pero aquellos la vida feliz. A uno que se gloriaba de ser de ciudad grande, le dijo, “No conviene atender a eso, sino a si uno es digno de una gran patria”. Preguntado qué cosa es el amigo, respondió: “un alma que habita en dos cuerpos”. Decía que “unos hombres eran tan parcos como si fuesen eternos, y otros tan pródigos como si luego hubieran de morir”. A uno que le preguntaba por qué con los hermosos conversamos más largo tiempo, le dijo: “Esa pregunta es de ciego”. Preguntándosele qué ganancia finalmente le había dado la filosofía, respondió: “Hacer espontáneamente lo que otros hacen por miedo de las leyes”. Preguntado asimismo de qué modo aprovechan los estudiantes, respondió: “Siguiendo a los ágiles y no esperando a los perezosos”. A un gran hablador, que después de haberlo mortificado con dicterios le preguntó si lo había molestado mucho, le respondió: “Por Dios que no te estuve atento”. Objetándole que había dado lismona a un hombre malo (pues también se refiere así), respondió: “No le he dado al hombre, sino a la humanidad”. Preguntado cómo debemos portarnos con los amigos, respondió: “Como deseamos se porten ellos con nosotros”. Llamaba a la justicia “virtud del alma que distribuye las cosas según el mérito de cada uno”; y al saber “excelente viático para la vejez”. Dice Favorino en el libro II de sus Comentarios, que solía decir muchas veces: “!Oh amigos! No hay ningún amigo”.
16. Fue siempre sumamente aplicado al trabajo y fecundísimo en invención, como
consta de los arriba notados libros que escribió, los cuales se acercan a cuatrocientos, contando solamente los que de cierto son suyos. Atribúyensele además otros muchos escritos y varios apotegmas no escritos que encierran saludables consejos”.

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