jueves, 24 de septiembre de 2009

La ética de Aristóteles

La teoría aristotélica de la moral está basada en la creencia que todo lo que existe y notablemente en la naturaleza vegetal y animal y en la sociedad humana, tiene una “finalidad” específica que lograr, que alcanzar, que ser, o una función que cumplir.
Su ética es teleológica. Abre su Ética a Nicómaco o Nicomaquea diciendo que “Todo arte (techne) y toda investigación, y similarmente toda acción y búsqueda, se piensa como dirigida a (obtener/ser) algún bien…”. La pregunta que se hace la ética sería, entonces “¿Cuál es el bien que busca la conducta humana?” Platón había contestado sosteniendo que la gente busca un conocimiento de la Idea del Bien. Este principio supremo del Bien estaba separado del mundo de las experiencias y de los individuos, y se alcanzaba mediante el ascenso de la mente (noús) desde el mundo visible hasta el mundo inteligible. Para Aristóteles, el principio de bien y de corrección estaba dentro de cada persona. Este principio se puede descubrir estudiando la naturaleza esencial de la humanidad, y se puede lograr mediante la conducta real en la vida cotidiana. Sin embargo, Aristóteles nos advierte que no podemos esperar más precisión en una discusión sobre ética, que la que el mismo sujeto pensante pueda admitir respecto de su propia conducta. Es decir, lo fundamental es vivir la vida, lo esencial está aquí, en la cotidianeidad y por eso va a culminar su ética. Pese a que la discusión sobre lo ético está sujeta a mucha variación y error, dice, no es correcto sostener que la ética es solamente convencional, “y que no tiene una base en la naturaleza de las cosas”.

Tipos de finalidades. Aristóteles construye el marco de su teoría ética a partir de una ilustración preliminar. Después de señalar que toda acción busca una finalidad, procede a distinguir entre dos tipos principales de finalidades, que podemos llamar finalidades instrumentales (actos que se realizan como medios para otros fines), y finalidades intrínseca (actos que se realizan por sí mismos). Estos dos tipos de finalidades se ejemplifican en “cada acción relacionada con la guerra”. Cuando consideramos una por una todas las actividades implicadas en la guerra nos encontramos que hay una serie de tipos especiales de actos, todos los cuales tienen sus propias finalidades. Sin embargo, cuando todas esas finalidades se cumplen, pasan a ser solamente medios para lograr otras finalidades ulteriores. Tenemos el arte del que fabrica bridas. Pero la brida es un medio para que el caballero guíe su caballo en la batalla. También, el carpintero construye barracas, y cuando las termina acaba su función como carpintero. Las barracas también cumplen una finalidad, cuando ofrecen abrigo seguro a los soldados. Pero las finalidades que se cumplen o logran por el carpintero y por el edificio no son finalidades en sí mismas sino que son instrumentales para el alojamiento de los soldados hasta que avancen a su nueva posición de combate. Similarmente, la función del constructor de navíos se cumple cuando se bota exitosamente el buque, pero, nuevamente, esta finalidad es a la vez un medio para transportar soldados al campo de batalla. El médico cumple su función en tanto mantiene la salud de los soldados. Pero la finalidad de la salud, en este caso, se convierte en un medio para combatir con efectividad. El oficial busca la victoria en la batalla, pero la victoria es un medio para alcanzar la paz. La paz, en sí, aunque a veces por error se le considera como el punto final de la guerra, es el medio para crear las condiciones bajo las cuales los humanos, en tanto humanos, pueden cumplir su función en cuanto humanos. Cuando descubrimos lo que buscan los humanos, no en tanto carpinteros, doctores o generales, sino en tanto humanos, llegaremos a las acciones que se realizan por sí mismas, y respecto de las cuales cualquier otra actividad o finalidad es solo un medio. Y esto, dice Aristóteles, “debe ser el bien en el ser humano”.
¿Cómo deberemos entender la palabra “bien”? Al igual que Sócrates y Platón, Aristóteles relacionó la palabra “bien” con la función especial de algo. Un martillo es bueno si hace lo que se espera que hagan los martillos. Un carpintero es bueno si cumple con su función constructiva. Lo cual sería cierto para todos los oficios y profesiones. Pero aquí Aristóteles distingue entre el oficio o la profesión que uno tenga, y lo que uno es en tanto persona o ser humano. Ser un buen médico, por ejemplo, no significaba lo mismo que ser una buena persona. Uno puede ser un buen médico sin ser una buena persona, y viceversa. En realidad, aquí hay dos funciones o finalidades. Una es la función de ser doctor, la otra la de ser persona. Para descubrir la finalidad que toda persona debe buscar, necesitamos descubrir la función específica de la naturaleza humana.

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