jueves, 1 de octubre de 2009

Deliberación y escogencia

En el alma racional existen dos tipos de razonamientos. El primero es teórico, y nos ofrece el conocimiento de los principios fijos y corresponde al saber filosófico. El segundo es el razonamiento es práctico y nos ofrece una guía racional para nuestras acciones dentro de las circunstancias particulares en las que nos encontramos, y se trata entonces de la sabiduría práctica. Lo importante sobre el papel de la razón es que sin este elemento racional careceríamos de capacidades morales. Aristóteles ponía el acento en que, no obstante disponer de una capacidad natural para tener un comportamiento correcto, sin embargo no actuamos correctamente por naturaleza. Nuestra vida consiste en una cantidad indeterminada de posibilidades. El bien es nosotros es una potencialidad pero, a diferencia de la semilla de maíz de la que prácticamente sin falla crecerá una planta y saldrán unas mazorcas, nosotros debemos continuamente pasar, de aquello que podemos hacer potencialmente a realizarlo en acto, mediante el conocimiento de lo que debemos hacer, deliberando sobre el asunto y a partir de esa deliberación escoger y realizar/actuar/decir/ser. A diferencia de Platón y Aristóteles, quienes pensaron que conocer el bien era suficiente para ser bueno, Aristóteles pensó que debería realizarse una escogencia deliberada, además del conocimiento. “El origen de la acción moral –su causa eficiente, no final- es la escogencia, y la causa eficiente de la escogencia es el deseo y el razonamiento con vistas a alguna finalidad”. No puede haber escogencia sin razonamiento. “el intelecto mismo… no cambia nada, sino solamente el intelecto que se dirige a una finalidad y es práctico”.
La moralidad y la escogencia moral implican responsabilidad humana. Si ciertos comportamientos son correctos y otros incorrectos, es necesario descubrir por qué una persona actúa de forma errónea y no correcta. Si vamos a elogiar la virtud y condenar el vicio, tenemos que ser capaces de realizar escogencias. Para Aristóteles, toda persona es responsable por todo acto y entonces todo acto de toda persona ha de ser voluntario. Una escogencia verdadera (efectiva) es un acto voluntario. Pero no todas nuestras acciones son voluntarias. “Elogio y culpa surgen porque se considera voluntarias las acciones, a la vez que se deja lugar a las acciones involuntarias, y algunas veces (juzgamos) excitados por la compasión”. Los actos involuntarios son aquellos de los que determinada persona no es responsable porque son (1) realizados por ignorancia de circunstancias particulares, (2) realizados como producto de una imposición externa, o (3) realizados para evitar un mal mayor. Los actos voluntarios son aquellos de los que es responsable la persona, porque no se dan ninguna de esas circunstancias atenuantes.

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